Feb 26, 2016

¡Lo que necesitamos es IMBECILIDAD!

Como oye. Al fin y al cabo, ¿qué gana usted intentando ser excesivamente lúcido? Será odiado o temido por quienes le rodean, y sólo sirve para enmascarar sus propios complejos de inferioridad. Ni siquiera sirve disfrazar la lucidez de vehemencia, pues salvo para captar acólitos, en gran parte será identificada como arrogancia o chulería, incluso.

Con la imbecilidad pasa como con el colesterol, esto es, hay "buena" y "mala". Por ejemplo, la imbecilidad que le lleva a uno a repetir el mismo error hasta la saciedad, pese a saber que algo no va a funcionar, básicamente por orgullo, por no reconocer que uno llevaba mucho tiempo haciendo el imbécil en algún tema sin provecho, o por ignorar las advertencias constantes de terceros al respecto, esa sería imbecilidad "mala". I.e. "mala", no en el sentido moral, sino en el sentido práctico, sinónimo de algo no beneficioso ni para uno, ni para los demás. Ahora bien, también hay otros casos de imbecilidad que son muy prácticos: desde la imbecilidad socrática, a medio camino entre el vacile  y el sentir genuino de ignorancia del que es consciente de ello tras mucha experiencia, hasta el simple fundimiento de plomos de algo que no le cuadra, y sin darse cuenta el propio cerebro se lo esconde a uno, cual truco ilusionista, para evitar sufrimiento. Vamos, que se puede ser un imbécil desde lo práctico y beneficioso.

Puestos a ser virtuosos en imbecilidad, uno podría incluso ponerse metas. La imbecilidad como protección, como arma cansina definitiva, e incluso, como herramienta pedagógica. ¿Se ha parado a pensar que los profesores más eficaces son los más cansinos? ¿Para qué le sirve a usted un profesor que parezca muy listo, si no le sirve para aprender? Pues ahí está la oportunidad para el imbécil. Recreándose en lo obvio, machacando una y otra vez, hasta la naúsea o que la presión ocular de los sujetos en cuestión llegue a límites insalubres. El alumno, primero por su estado de estupefacción, y por la necesidad de tener que demostrar al profesor que ya lo ha entendido, para que cambie de tema cuanto antes, es la victoria definitiva para casos de transtornos de atención, atontamiento general de individuos que ejercen como carne de cañón por la vida. Básicamente, se podría generalizar como el acto de combatir la imbecilidad "mala" con la "buena", análogo al electromagnetismo. De manera que el imbécil que consigue sacar de su imbecilidad "mala" a otro sujeto, habrá hecho un favor a la Humanidad.

Por lo anterior, la próxima vez usted vea a un imbécil, dude entre si realmente es un imbécil ortogonal, o si es un imbécil de los buenos. En tal caso, diríjase con educación, y cuéntele que usted también ejerce la imbecilidad, de manera consciente, y que es un honor para usted que puedan llegar al reconocimiento mútuo.

R. Gaab

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