Mar 18, 2016

¡Lo que necesitamos es TENER RAZÓN!

Usted se siente especial, pues al fin y al cabo es la persona que mejor conoce: incluyendo virtudes, defectos, miserias, y pormenores inconfesables. Como todo hijo de vecino, todo sea dicho, y por quitar drama al asunto. Del conocimiento de uno, al conocimiento de los demás, hay un abismo infinito: ya sean personas que usted conozca de toda la vida, o que haya aprendido a querer por el camino, son realmente un misterio. Al fin y al cabo, una cosa es la imagen que tiene uno de las demás personas, y otra lo que realmente hay detrás. Ojo, que eso no es ni bueno, ni malo, simplemente, uno no conoce a los demás, sino que conoce una especie de reconstrucción a partir de lo que percibe, y sobre todo, de lo que imagina. Básicamente, a efectos prácticos, los demás son realmente "ellos", sino una mezcla de uno con "ellos", i.e. una especie de "nosotros" descastado.

De lo anterior, tendremos multitud de realidades proyectadas desde los distintos individuos. Mundos de pánfilos, flojos, espabilados, testarudos, masoquistas, paternalistas, mezquinos, conformistas, pragmáticos, etc. Los individuos afines interactúan con más fluidez entre sí, creando simpatías, e incluso agrupaciones explícitas, sean parejas o grupales, e.g. partidos políticos, etc. Simplificando, tendríamos interacciones entre individuos muy afines, afines, algo afines, poco afines, y muy poco afines. Además de la afinidad, podríamos estaría el grado de permeabilidad, e.g. cómo de receptivo un individuo puede ser en el aceptar aceptar correcciones o nuevos puntos de vista. Por lo que si combinamos afinidad y permeabilidad, las permutaciones resultantes de combinar grados de afinidad y permeabilidad definirían un posible modelo de interacción simplificado.

Tras contextualizar con los dos párrafos anteriores, ya podemos entrar en el meollo del asunto: la necesidad de tener razón. Empezando con un ejemplo sencillo, un tonto siente más afinidad por otro tonto que con un espabilado, aún cuando puede darse el caso de ser un tonto permeable, i.e. con margen de mejora, o un tonto impermeable. Un tonto impermeable necesita siempre tener razón, independientemente de que sea positivo para su beneficio, parafraseando a Unamuno, no habría tonto impermeable bueno, y el tonto impermeable sólo tendría afinidad con tontos, permeables o no, y no tontos, pero ejerciendo de tontos circunstancialmente, siquiera por pereza o compasión. El caso de un tonto permeable podría ser diferente, en caso de que la permeabilidad la ejerciese, siquiera por azar, con individuos que le pudiesen dar claves para salir de su estupidez, sería el tonto con humildad suficiente para aprender, esto es, ir más allá del confort de la afinidad de sus semejantes. ¿Necesita el tonto humilde permeable tener razón? Por supuesto que sí. Precisamente la humildad le hace reconocer al talento de otros, y querer aprender, porque necesita tener razón. La necesidad de alcanzar lo posible tras vislumbrarlo.

Como ejemplo complementario al anterior,  podríamos exponer el afinidad de espabilados. Un espabilado puede ser espabilado, o simplemente, un tonto que se cree espabilado, e.g. un tonto rodeado de tontos más tontos. En cualquier caso, dado que la afinidad viene dada por lo que se uno se considera, para el caso es lo mismo. Alguien afín con los espabilados será permeable cuando sepa reconocer no sólo a afines, sino a afines mejores. Un afín espabilado impermeable sería un tonto con visos de espabilado: el eterno incomprendido a quien el mundo nunca le ha reconocido nada, ni le ha hecho justicia. Queda clara la necesidad de tener razón del afín espabilado impermeable. ¿El afín espabilado permeable  tendría también esa necesidad? Diría que sí: tener razón no es más que llegar a la verdad, y el afín espabilado impermeable es lo que busca, lo reconozca, o no.

Se pueden buscar infinidad de ejemplos, y en todos se llega a la misma conclusión: la necesidad de tener razón es como el respirar. Sea por un motivo u otro, no se encontrará ningún caso de alguien que no necesite tener razón, porque la necesidad de tener razón viene de lo nuestro que vemos en los demás.

R. Gaab


Mar 3, 2016

¡Lo que necesitamos es DIFERENCIAS DE CLASE!

¿Recuerda las ocasiones en las que hablando con otra persona se sintió como un alienígena, como si pese a hablar en la misma lengua, la comprensión resultara difícil? Ahí está la clave. Ni esa persona tenía sintonía con usted, ni usted podía encontrar el camino para la comprensión. Hay un muro invisible, fraguado por ver proyecciones distintas de una misma realidad. Y no sería cuestión de frivolidad contra sinceridad, ni de precisión contra burriquería, ni siquiera de bondad contra maldad, sino de una interacción desfasada, como cuando agua y aceite pueden estar en contacto, pero no se empercute lo uno de lo otro. Ahí es donde aparecen las clases.

Si usted es de una clase, estará cómodo con su semejante. No tendrá que explicar porqués, elaborar justificaciones, ni cualquier otra incomodidad que haga correosa la convivencia. Ustedes están en sintonía, se reconocen, y para qué lo van a negar, se gustan. Porque el gusto es principalmente una cuestión de clase. Aun entre clases diferentes, cuando se da una aproximación esta proviene del anhelo, el anhelo de absorción, de fusión, o incluso de prostitución de la clase de uno o de otro. También de la mutación de clases pueden salir clases diferentes. Eso sí, una clase se mantiene como tal mientras tenga entidad propia: elementos diferenciadores que permitan o justifiquen su capacidad de masa crítica. Básicamente, una clase, o categoría, es un elemento clasificador: más una razón práctica que no una universalidad.

Una vez usted sea consciente de su clase, vaya buscando y sintonizando a sus semejantes, tendrá más problemas para sintonizar con el resto. Estará en una vía de confort, facilidad, y tranquilidad. Llegado a ese punto, no le molestarán otras clases, sino que las verá como realidades diferentes a la suya, ni siquiera peores, simplemente, enfocadas de otra manera, equivocada, por supuesto, porque la correcta es la suya, de usted.

Y por favor, no intente buscar puntos en común con personas de otra clase simplemente por bondad. Perderá el tiempo. Recibirá lo que recibe quien ayuda a alguien que toma la ayuda como una humillación. Verá el error, y volverá al redil de lo que le reconforta. Al redil de su clase.

Para quien no esté puesto con categorización contrapuesta, tras leer los párrafos anteriores, engarzados de esa manera a conciencia, para hacerle a usted saltar sus prejuicios, quisiera poner algunos ejemplos. Un caso de clases contrapuestas sería el caso de teléfonos de un sistema u otro, equipos de fútbol, o cualquier otra cosa que permita la categorización. Ahora que lo tiene claro, disfrute de cada clase, que el tiempo se escapa, y no hay tiempo que perder, porque perder el tiempo es de pobres.

R. Gaab